El 10 de julio de 2013, el rapero y productor musical norteamericano Jay Z presentó su canción Picasso Baby en una actuación de seis horas en la galería Pace de Nueva York ante distinguidos representantes del mundo del arte internacional. En la canción, el rapero se presenta a sí mismo como un coleccionista de arte insaciable que presenta las obras del modernismo clásico y del arte contemporáneo, degeneradas al nivel de bienes de consumo, como meros objetos de deseo. En el estribillo de Picasso Baby, que impregna la canción como un mantra modernista, se destaca a Pablo Picasso como referencia y sinónimo del negocio del arte contemporáneo. En los últimos versos de la canción —y clímax de la actuación— la letra culmina con la declaración final de Jay Z: «What’s it gonna take / For me to go / For you to see / I’m the modern day Pablo / Picasso Baby».
Al entrar, colarse y utilizar el espacio de la galería y monopolizar los códigos estéticos del mundo del arte, Jay Z retoma la estrategia del tema de la letra de la canción. Entra como profano en el mundo del arte internacional, predominantemente blanco, un reino conservador con estrictos códigos de diferenciación y una jerarquía social hermética. Por este motivo, la actuación de un rapero negro que creció en una vivienda social de Brooklyn, que ocupa el espacio de la galería y que reivindica ser un artista y que incluso se compara con Picasso y se autoproclama su sucesor y reencarnación, fue recibida en el mundo del arte como la provocación deliberada que, en parte, pretendía ser.
Pero podríamos preguntarnos, ¿por qué Picasso? Los críticos lo explican acusando al rapero de ser un nuevo rico ignorante, que usa a Picasso como referencia solo porque es uno de los artistas más inasequibles; dado que, en el mundo del hip-hop, en el que la riqueza y la propiedad material son a menudo sinónimos de éxito, una pintura de Picasso es el «trofeo» por excelencia. Cuando Jay Z no solo se jacta de poseer una exquisita colección de arte sino que también se identifica con el mismo Picasso y reivindica ser su sucesor, debemos realizar un análisis más profundo de la cuestión. En su autoproclamada identificación, Jay Z halla en Picasso a un compañero con el que congenia, a un cómplice, a pesar —o tal vez debido — de sus evidentes diferencias.
La identidad de Picasso y su construcción, y la reafirmación del «genio» fuerte y viril, en sí mismo, está estrechamente ligada a la confrontación, ocupación y sublimación de la «otredad». En sus obras primitivistas, Picasso se cuestionó la identidad en términos estéticos y psicológicos —en una época en que las ideas de psique y arte habían cambiado, sobre todo debido a los encuentros coloniales. Según el concepto de Picasso el objeto fetiche «primitivo» es repulsivo y deseable a la vez, y su idea de apropiación —poseer, dominar el objeto y engrandecerse a sí mismo— no es distinta de la de Jay Z respecto a los objetos de arte moderno.
Nacida en 1990, Nina Lucia Groß es licenciada en Literatura y máster en Historia del Arte (Viena y Hamburgo). En el marco de su participación en un grupo de investigación de la exposición «Picasso in Contemporary Art», celebrada en el centro de arte Deichtorhallen de Hamburgo, escribió su tesis de máster «Picasso Baby. Cultural Capital between Assimilation and Bravado», en la que debate sobre procesos de transformación y apropiación que se generan entre la llamada cultura de élite y fenómenos como el pop o el hip-hop, tomando como ejemplo la canción de Jay Z Picasso Baby, su actuación y vídeo musicales. En invierno de 2016, Groß empezó a trabajar en su tesis doctoral sobre el castillo Hearst —mansión y residencia de la colección del magnate de la prensa William Randolph Hearst en San Simeon, California—, y su significado como construcción de transferencia cultural.
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